No me olvidéis

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Ahora que estoy vacía esperando mi destrucción, los recuerdos inundan todas las paredes que me sustentan. ¡Ay!, aquellos viejos tiempos, ¿quién pudiese regresar a ellos?, pero bueno, no os preocupéis, que no me voy a poner trágica. Estoy aquí para contaros una historia que sucedió hace mucho tiempo atrás, en la ciudad condal (Barcelona). Ciudad que me vio nacer gracias a grandes profesionales, que me levantaron poco a poco de mis primitivos cimientos, dándome vida y forjándome un nombre, el cual, al final cuando os lo diga, muchos de vosotros asentiréis y cierta nostalgia sentiréis, diciendo: “lo que podría haber sido y fue pero que a principios del siglo XXI no le dejaron ser”.

Mi antigüedad se remonta a unos cien años aproximadamente. Empecé siendo una marisquería, bueno, eso era la “tapadera”, porque en lo más hondo de mis cimientos, ejercía otra “actividad”: “mientras en la primera planta se comían mejillones, en la segunda se hacia la “siesta” o como le queráis llamar”. Todo se resumía a un único fin: dar “servicio” a la sociedad barcelonesa. Un servicio de gran calidad, el cual me convirtió en un referente histórico, con gran renombre, prestigio y respeto. Para que os hagáis una idea, vuestros abuelos se lo pasaban muy bien, cuando llegaba la hora de cerrar mis puertas una vez cruzado el umbral.

Me situaron en lo que es ahora la antigua riera de Vallcarca, muy cerca de la plaza Lesseps. Sufrí un derribo durante el año 1912, tranquilos, solo eran obras de mejora para proyectarme definitivamente hacia la “segunda actividad” ya dedicada a dar servicio exclusivo mediante el alquiler de habitaciones. Mi aspecto fue cambiando progresivamente.

Me decoraron las paredes de los pasillos, los suelos, techos, habitaciones, salones e incluso cocina. Pertenecía a la época modernista de Barcelona y como tal, debía ser mi imagen. Yo disfrutaba con cada cambio, con cada nueva estatua colocada, con cada lámpara, con cada cuadro, y, cómo me gustaban aquellas alfombras rojas situadas en grandes salones convertidos en lugares de tertulias y forjadores de “nuevas amistades”.

Mis habitaciones eran de un lujo exagerado, todo colocado estratégicamente, elegantemente y pulcramente para el disfrute único de mis grandes “amantes” los barceloneses.

Los trabajadores iban al compas de mis transformaciones y crecimiento, eran elegantes, discretos, muy educados y limpios. Servían a sus clientes guardando sus más íntimos secretos mientras los conducían a sus correspondientes “chambres”.

Todo iba “viento en popa a toda vela”, hasta el año 1969, cuando debido a la promulgación de una ley de las antiguas y desaparecidas “cortes franquistas” me cerraron. Estuve siete largos años, completamente vacía, con el mobiliario únicamente como compañía, lejos quedaron aquellos susurros, caricias, tertulias y secretos que tan bien supieron reservar mis paredes. Creí morir, hasta que un día sin saber exactamente por qué, me volvieron a abrir.

Mi barrio siempre ha sido el entorno de Gracia, ellos han sido respetuosos conmigo y yo con ellos. He sido testimonio mudo de una época, en la que nunca he cometido estridencias, ofreciendo el “mutismo” siempre, de puertas afuera.

Hasta hace poco he estado donde siempre, ofreciendo el mismo servicio de siempre con la misma profesionalidad y elegancia de siempre, que tanto “sedujeron” a aquellas antiguas generaciones, que entraban para visitarme y se quedaban durante largas horas.

Durante muchos años he sido el corazón de muchos barceloneses, reconociéndome como el banco de las sensaciones intransferibles y secretos inconfesables, que ayudaron a una ciudad a saber vivir momentos de pasión desenfrenados, sin distinción de sexos e incluso dignificándolos.

Actualmente os hablan mis ruinas, las máquinas han entrado a demolerme y de aquellos recuerdos ya solo quedan piedras, son ellas las que os hablan, pero eso sí, los secretos morirán con ellas: mis pilares, mis piedras. Ahora en lugar de “una casita blanca”, tendréis un “gran paseo ajardinado”, pero bueno, espero que no me olvidéis y con este relato aquellos de vosotros que no sabíais quien era ahora sí lo sepáis. Los años que he pasado en esta ciudad han sido los mejores de mi vida.

Ahora toca despedirme para siempre de esta gran ciudad, haciéndolo de la única manera que sé, cuando aquellos “clientes” barceloneses daban por finalizada su visita. . .

…SEMPRE AL SEU SERVEI…

LA CASITA BLANCA


Liliana Castillo Girona

  1. Dolors Solano diu:

    Feliçitats Liliana, la meva sincera admiració per els teus articles, fantàstic.
    Abraçades a tots els participants del sensetint@, bona feina.

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